No toda consulta termina en una indicación quirúrgica. Aunque pueda parecer contradictorio viniendo de un cirujano, una de las decisiones más importantes que tomamos en nuestra práctica diaria es precisamente cuándo no operar. Y eso no siempre es fácil de explicar, ni de aceptar.
Hay casos en los que la paciente llega con una demanda clara, pero tras una exploración rigurosa y una conversación honesta, entendemos que esa cirugía no va a aportar el resultado que espera, o que incluso puede empeorar su situación. En esos momentos, decir “no es el momento” o “no es una indicación adecuada” es un acto de responsabilidad, no de desinterés.
A veces el problema no es técnico, sino emocional. Pacientes con expectativas muy altas, con ansiedad excesiva o con un historial médico o psicológico complejo pueden no estar preparados para una intervención.
La honestidad profesional implica saber decir no a determinados tratamientos o plantear alternativas más conservadoras. A veces se trata de saber esperar el momento adecuado. En ocasiones pacientes nos solicitan un tratamiento estético facial muy invasivo (lifting cervicofacial) cuando requiere un tramiento medicoestético más sencillo. En otras ocasiones es justo lo contrario, acuden solicitando arreglar todo con un tratamiento no invasivo. En estos casos nos vemos obligados a indicar un tratamiento quirúrgico.
Operar no es una obligación, es una responsabilidad. El quirófano no es un lugar para improvisar, ni para satisfacer urgencias emocionales. Nuestra prioridad es siempre la seguridad del paciente, la estabilidad del resultado y la coherencia médica. Y eso empieza, muchas veces, con un “no”.